
Hola a todos, visitantes (y visitantas? No lo necesitamos, ¿verdad? Ya hablaremos sobre los genéricos. Particularmente, no los necesito. Aclarado este punto, comenzamos de nuevo).
Decía, que hola a todos, visitantes anónimos, conocidos, desconocidos y potencialmente conocidos (¿por qué no?).
Lo primero de todo agradecer a todos los que habéis votado por La vida privada de los Seymour, y habéis hecho que el sueño se haga realidad.
Parece que el hecho de ganar un premio literario y tener la oportunidad, única, estoy segura de ello, de ver una obra propia publicada, cambia tu vida, la pone un poco patas arriba y lo revoluciona todo, como un ciclón que remueve todo y lo vuelve a dejar en cualquier otro sitio, pero no como estaba antes. En mi caso, el ciclón todavía no se ha aposentado. Las cosas van ocurriendo día a día, y recibes la noticia mientras al mismo tiempo continúas con tu vida. Los cambios son sutiles, a veces inapreciables, aunque un día será como la ola que no se espera y te deja mojada hasta el tuétano en la orilla con cara de circunstancias. Felizmente empapada, por supuesto.
Mucha gente me pregunta cómo me siento. ¡Qué pregunta! Feliz es decir poco. En realidad es no decir mucho. O casi, no decir nada.
¿Cómo me siento?
Las noticias han ido llegando en pequeñas píldoras que he ido tomando puntualmente, aunque de momento no he sido muy consciente de su efecto. ¿Cómo se digiere esto?
Puedo decir cómo lo estoy digiriendo yo, día a día y no terminándome de creérmelo mucho. Todavía no me hago a la idea de que mi novela ya ha sido leída por gente. Gente que además la ha votado. Gracias. ¿Lo había dicho ya? Me repetiré. Todavía no he tenido ocasión de leer los comentarios de la gente. Me lo están reservando, y me alegro. Ya he dicho que esto va día a día.
Y resulta que mis palabras ya se están imprimiendo y se van a convertir en un libro que va a estar a la venta y que lo va a leer gente. Gente a quien le gustará y gente a quien no le gustará. A mí tampoco me entusiasma todo lo que leo, pero es inevitable. Y además, tiene que ser así. Así que asumo que la ola se está generando.
He tenido la oportunidad de seguir de cerca la publicación de un libro. Y resulta que ese libro es mío. Aquello que durmió plácidamente en un cajón durante... años, tiene forma y no de un taco de folios llenos de correcciones. ¿Me lo creo? Todavía no. Y no es porque todavía no tenga un ejemplar impreso en las manos. Creo que ni siquiera cuando lo tenga me daré cuenta de ello. Ni cuando lo vea en las páginas de la revista. Ni cuando lea comentarios sobre mi novela. A veces pienso, ¡Dios mío! ¿Dónde me he metido? Supongo que en donde siempre he querido estar.
Y estoy muy feliz de estar donde estoy.
Nuevamente, a todos, gracias. Nos veremos en el blog.
Itsaso