lunes, 6 de julio de 2009

Del mar y las flores.


Mucha gente me pregunta si estoy escribiendo y qué tal va mi segunda novela. Otra pregunta que me hacen mucho es cuánto tiempo tardé en escribir La Vida Privada de los Seymour. Hay veces que uno lee que fulano tardó once años en escribir tal novela y uno se imagina al escritor durante once años escribiendo sin descanso entre nubes de humo y con un cenicero a rebosar de cigarrillos a medio fumar.
Uno no siempre está escribiendo su historia. Se llega a puntos de inflexión que requieren más trabajo y ese trabajo es, a veces, apartarse un poco de la historia. Escribir es como cocinar, pero no como hacerse un par de huevos fritos para cenar. Es cocina tradicional. Preparar el fuego, mantener las brasas, dejar que se vaya cociendo a fuego lento y vaya soltando sus jugos, sin forzar.
Hay momentos en que uno no añade páginas a su novela. Pero eso no quiere decir que deje de escirbir. Para llegar a la llave que abra la puerta en el punto de inflexión, uno debe escirbir, escarbar, indagar, desahogarse en el papel, escribir sobre el mar y las flores si hace falta, pero escribir. Eliminar capas de confusión, de ideas preconcebidas o dudas. Lo que sea que esté taponando tu historia. Es difícil aceptar que la mejor forma de avanzar es detenerse y realizar otro tipo de trabajo.
¿Cómo va mi segunda novela? Cociéndose a fuego lento. Entro y salgo de ella, convivo con sus personajes como si tuvieran vida propia, y espero hasta que me permitan entrar de nuevo en sus vidas para contar su historia. No me alejo ni un sólo día de ella. A veces es frustrante, desesperante, pero hay que aceptarlo como parte del proceso. No se puede forzar. Pero eso no tiene nada que ver con dejar de escribir, con cierta disciplina. Con el mar y las flores.