domingo, 20 de septiembre de 2009



Hola a todos,

Me gustaría compartir con vosotros un texto que leí en un programa de radio.

Recientemente, he visto en la televisión un anuncio (ahora se llaman "spots publicitarios") que me ha llegado al corazón. Da igual lo que anuncie. Se trata de una pequeña historia contada por un hombre que cumple 102 años que va a visitar a una recién nacida. Con la voz que sólo puede dar la experiencia de una vida tan larga, trata de dejar a la pequeña un legado muy simple en forma de consejo. Le dice que las dificultades le harán más fuerte, que al final sólo se acordará de las cosas buenas, que no pierda el tiempo en tonterías, que la vida pasa demasiado deprisa para desperdiciarla y que vaya a por lo que le haga feliz. La única pega que le encuentra a la vida es que es demasiado corta. Y algo que no debe olvidar: estás aquí para ser feliz, le dice.

Maravillosas palabras de alguien que podríamos pensar que ha vivido demasiado.

Y aquí estamos todos, luchando con el día a día, con el despertador que nos arranca del sueño, con el trabajo que nos absorbe toda la energía, con la eterna hipoteca, los sueños aplazados, la vida que nos agota, el tiempo que pasa y se lo come todo.

Llama la atención que un sencillo hombre de pueblo de 102 años, tenga esa sabiduría y esas ganas de vivir, mientras que la mayoría de nosotros nos arrastramos por la vida cargados de lastre, que terminamos el día sencillamente deseando que acabe la semana de una vez y llegue pronto el ansiado fin de semana. Y el lunes, vuelta a empezar. Hasta que una mañana ha pasado tanto tiempo que casi no nos reconocemos. ¿Qué ha pasado con la vida?, pensamos.

No me puedo imaginar a este hombre disfrutando de grandes lujos, si no más bien llevando una vida sencilla y posiblemente dura en muchos momentos. Más dura que la nuestra. A pesar de todo, lo que aprecia en la vida es haber nacido, el poder abrazar a su mujer y el haber conocido a sus amigos y haberse podido despedir de ellos. No me lo imagino descubriendo otros países y otras culturas.

Vivimos en un mundo abierto, donde todo está al alcance de la mayoría y si no, hacemos lo posible por que lo esté, donde los pequeños lujos de antes se han convertido en necesidades sin las que no se pueide dar ni un sólo paso. Hay demasiadas cosas que tenemos que tener y hacer. Este es el mundo en que nos ha tocado vivir y debemos aceptar la responsabilidad de que nosotros lo hemos hecho así. A pesar de todo lo que tenemos, de lo fáciles que han llegado a ser algunas cosas, sólo hay que montarse en el metro en hora punta y ver las caras de las personas. Dedicamos demasiada energía y esfuerzo a cosas que no merecen la pena y a la mayoría se nos olvida lo fundamental, la clave, el por qué de tanto despertador, tanta carrera a ninguna parte y tanta lucha por el éxito. Es triste pensar que sólo cuando perdemos lo que nos sostiene lo apreciamos.

Estamos aquí para ser felices. ¿Lo somos realmente?

Quien pudiera desear tan poco y tener tanto.