viernes, 7 de septiembre de 2012

Muñecas de Trapo

El sábado 1 de Septiembre tuve ocasión de participar en una iniciativa llamada Escritores por Ciudad Juarez. Éste es el texto que escribí para la ocasión.

Muñecas de Trapo.

Leo sobre Ciudad Juárez y me lleno de estupor. Veinte años de crímenes que quedan impunes, abogados asesinados, forenses asesinados, periodistas, escritores, asesinados, inocentes encarcelados. Cualquiera que se acerque a la verdad eliminado. Informes dobles, los reales y los "ofociales", cementerios clandestinos, cuerpos eliminados mediantes la "lechada", para no dejar rastro, autoridades que miran hacia otro lado, un mundo al revés donde la vida no tienen ningún valor. Niñas que acuden a la zona centro en busca de trabajo y desaparecen a plena luz del díaa, otras que acuden a las maquiladoras por un salario mísero y con unas condiciones laborales penosas, con la esperanza de poder ir a la universidad y dejar de ser pobres. Incluso en la miseria hay espacio para soñar, para tener esperanza, para creer que ahí fuera hay, existe, un mundo mejor. Una sociedad en la que si te sales de tu rol, te puedes convertir en una muñeca de trapo, secuestrada, violada, torturada y eliminada. Niñas y adolescentes a las que les arrancan la vidaa. Niños que juegan a ser sicarios, para los que la muerte es algo normala y habitual. Un mundo dominado por el terror, arma poderosa, paralizante, disuadoria donde las haya.

¿Cómo se sana una sociedad infectada, corrupta desde sus más altas esferas, dominada por el narcotráfico y familias poderosas enriquecidas a base de la miseria de otros?

Nadie concede a la educación el valor que realmente tiene, no sólo en la formación del individuo, si no también como cimiento sobre el que construir una sociedad mejor, más justa, más sensibilizada, basada en valores universales, donde se desarrolle el sentido de la responsabilidad individual y se enseñe al ser humano a pensar por sí mismo, sin convertirlo en un mono amaestrado, adoctrinado. Una sociedad arraigada en unos valores que nos permitan convivir a todos. La ignorancia es un mal endémico, unido a la miseria, a la corrupción, a los abusos de poder, a una sociedad donde la muerte es la normalidad y la indiferencia de las autoridades ampara a los asesinos y a quienes les protegen. Un mundo al revés, la enajenación como normalidad ante autoridades mudas, sordas y ciegas que perpetúan la miseria y el crimen.

Veinte años de madres elevando un grito desesperado esperando a sus hijas, hijos que esperan a sus madres. Ese grito debe extenderse, recorrero todos los corazones, movilizar todas las conciencias. El ciudano, la sociedad, tiene la obligación y el deber de hacer que quienes elegimos y nos representan se sientan avergonzados. avergonzados de su ineptitud, su ineficacia, su falta de honradez, su inoperancia, sus ansias de poder y lucro personal, de su indiferencia ante el pueblo al que representan, de su indiferencia ante el horror. Esa es la soberanía popular, el poder de la masa individua a individuo. Rebelarse contra el horror, la barbarie, la ignorancia, la injustucua, el abuso de poder, la desigualdad, la intolerancia.

Una vez leí que alguien preguntaba: ¿Dónde estaba Dios en Auschwitz? A lo que alguien respondía: ¿Y el hombre, dónde estaba el hombre?

¿Dónde está el ser humano en Ciudad Juárez? Está en la madre asesinada a okeba luz del día a las puertas del Palacio del Gobierno de Chihuahua mientras realizaba una protesta para pedir justicia por el asesinato impune de su hija. Está en la madre que tras año y medio recibe un ataúd blanco con los huesos de su jija idenitificados por los botones de su camisa, y lo vela públicamente en señal de protesta. Está en las madres que esparan día a día a sus hijas, besas sus fotos y rezan con desesperado fervor para que regresen o Dios les dé fuerzas para soportar lo que sea que les esté ocurriendo. Está en lo shijos que aún preguntan por sus madres y juegan a que hablan con ellas por teléfono. Está en las personas eliminadas por acdercarse demasiado a la verdad. Está en el ciudadano anónimo que cree que un mundo mejor es posible, donde el asesinato no sea lo normal, que no se acostumbra ni acepta vivir en una sociedad enferma, dominada por el terror, que cree en una sociedad construída sobre unos valores universales, donde el conocimiento, la a verdad y la razón, la esencia del ser humano, sean las armas más poderosas frente al miedo, la barbarie y el horror. Que cree que conseguri un mundo mejor es posible y responsabilidad de cada uno lograrlo.

Mujeres de Ciudad Juárez, mártires de Ciudad Juárez, no estáis solas.

www.escritoresporciudadjuarez. net

lunes, 13 de agosto de 2012

¿Bendito Guasap?

Hoy en día muchos disfrutamos de una herramienta estupenda en nuestros teléfonos móviles (quién los ha visto y quién los ve). Lo mismo sirve para enviar a tu marido la lista de la compra que para recordarle a una amiga que la tienes presente. Las posibilidades son ilimitadas. Vamos a dejar el mundo adolescente de lado, porque estoy segura que ellos, nuestros adolescente, le dan un uso incendiario.

El Guasap (What´s App) nos mantiene conectados. Pero, ¿hasta qué punto?

Es terriblemente útil para banalidades, e incluso para conversaciones un poco más profundas. Yo las he mantenido con alguna amiga a altas horas de la noche, incluyendo alguna que otra confidencia que queda descafeinada por la limitación del medio.

Es curioso que, a veces, escondidos tras un teclado, sea más fácil compartir ciertas cosas. Cómo añoro los tiempos de los intercabios epistolares, llenos de confidencias en la falsa privacidad que concede la distancia y la hoja de papel en blanco. Ya no existe. Apenas unos pocos nostálgicos (me incluyo entre ellos) siguen recurriendo al papel en blanco para comunicarse, sin ambages, con seres queridos. Cómo echo de menos encontrar en España papelerías con hermosos papeles de futuras misivas llenas del sentimiento que concede la soledad de sentarse a escribir una carta.

Me confieso una devota (y modesta) coleccionista de plumas, y cada vez recurro más al papel o al cuaderno para escribir, aunque luego todo termine en el ordenador (o casi todo). A veces me pregunto qué rastro vamos a dejar a las generaciones futuras, qué va a ser de quellos álbumes y cajas llenos de amarillentas fotos, de aquellas cartas en papel casi transparente de los novios en la mili a las novias. Aquellos retratos dedicados con amor. ¿Qué encontrarán las generaciones futuras? ¿Alguien descubrirá una caja llena de cartas de unos padres recién enamorados? ¿Alguien descubrirá los sentimientos y las confesiones que sólo se vuelcan sobre un papel en blanco?

Tengo algún libro de cartas. Los adoro. Pero no son éstos tiempos para las confesiones epistolares. Yo también tiro de ordenador y guasap. El mail me mantiene en contacto con algún que otro amigo querido, y el guasap con los que más trato. Conversaciones que no dejan huella. Soy partidaria de no poner por escrito nada que uno no sea capaz de decir cara a cara. Para las cosas importante no hay nada como una buena conversación frente a un café o una copa de vino, o un buen paseo. De tú a tú.

Y si no, una hermosa carta, escrita a pluma en un precioso papel, para conservar junto al corazón o para que languidezca, nunca olvidada, en una caja para que las generaciones futuras conozcan un poco mejor el alma de los que les precedieron.

miércoles, 11 de julio de 2012

Amor, Amor.

El verano llega cargado de deliciosos aromas de todo tipo: de arena y sol, cervezas refrescantes, tortilla de patata al aire libre, barbacoas, tiempo libre, vacaciones... Pero el verano siempre ha olido a romance.

¿Cuántas futuras parejas se forjarán en las cálidas noches de verano, o a la increíble luz del atardecer dorado? ¿Cuántas de ellas sobrevivirán a ese fuego inicial que se hunde lentamente en la línea del horizonte?

Analizando fríamente las grandes historias de amor, hay un dato inquietante en todas ellas: que terminan mal. Desde el amor platónico, al imposible, del adúltero al incestuoso, del paseajero al no correspondido... Todas las grandes historias de amor son grandes por su componente trágico.

Quizás el amor esté demasiado idealizado. 

No sabemos nada de cómo le fue a Cenicienta con el príncipe. ¿Para qué? Esa parte nos la conocemos bien, ¿verdad? ¿Alguien se imagina a Romeo y Julieta discutiendo porque el dulce y apasionado Romeo hace meses que no quita el polvo? El Maestro Shakespeare podría escribir la auténtica tragedia sobre la superficie de los muebles.

Reflexionando sobre la pérdida de la pasión, sobre la insaciable y devoradora rutina... llego a la conclusión de que el amor es siempre imperfecto. Siempre le falta algo. Y posiblemente, esté bien que sea así. Mejor eso que una tragedia para la eternidad, la de los amantes que no pudieron sobrevivir a su pasión, a ese amor incendiario inicial, el que reconoce en el otro la parte desconocida de su ser y permanece para la eternidad en el umbral infranqueable de ese reconocimiento.

Todo lo que se perdieron Romeo y Julieta también forma parte del amor, del amor real, el del día a día, el que sobrevive a la pasión perdida y reencontrada cada cierto tiempo.

Quizás el amor perfecto sea el de la madurez, el que sabe ver en el otro todo lo que realmente hay, sin idealizarlo, y sabe también aceptarlo así. El que sabe reconocer lo imperfecto del amor y lo trata de completar como buenamente puede.

¿Y el polvo de los muebles? Tolerancia, hermanas, tolerancia.

martes, 8 de mayo de 2012

El Milagro de los Lunes

Hay unos cuantos millones de españoles, que cada lunes, esperan, que esta vez sí, ésta sea la semana en que ocurra el milagro tan ansiado y esperado. Detrás, meses de consultar las páginas de empleo, de apuntarse a ofertas, comprobar cada día el estado de sus canddaturas: la empresa ha estado gestionando CVs; la empresa ha incluido su candidatura entre las que siguen en el proceso; la empresa ha descartado su candidatura; la empresa ha estado gestionando CVs... lo que sea que eso significa. Y durante el fin de semana, se alimenta la esperanza, de que alguna de las empresas que tiene tu candidatura entre las que siguen en el proceso, te llame, y consigas la ansiada entrevista, a pesar de que haya doscientas personas inscritas en esa oferta.

La esperanza es muy fuerte. La esperanza y la desesperación. Porque ahora se ha vuelto todo tan impersonal, que la caza y captura de trabajo funciona así. Y así se puede pasar uno meses, navegando, bucenado entre las ofertas, sintiendo un escalofrío las semanas en que en vez de encontrarte con nueve páginas de ofertas, uno se encuentra con tres, y cuando ve que pasan las semanas, no ya los días, las semanas y con ellas los meses, y las ofertas que te tienen incluido siguen igual, uno ya no sabe qué pensar de eso de que la empresa te tenga incluido entre los que siguen en el proceso o que esté gestionando CVs. Tus esperanzas depositadas en una respuesta automática que tiene tu vida en sus manos.

Porque eso de que el amor y la salud es lo más importante es muy bonito. Cuando uno tiene las necesidadas básicas y no tan básicas cubiertas. Porque, desgraciadamente, la salud no paga las facturas, ni te da de comer. Es más, es posible perderla si uno tiene dificultades en cubrir sus necesidadas, ya no sólo materiales sino las necesidades espirituales básicas. En la constitución de EEUU se recoje la libertad y la felicidad como un derecho. Y sin dinero no hay libertad, por lo menos, no en este mundo. Así que hay un montón de españoles que se sienten un poco como muertos en vida, porque su vida está detenida, sus proyectos, sus ilusiones, las cosas, normalmente pequeñas, de las que uno suele disfrutar, están suspendidas en un limbo, a la espera de que la gente que con nuestro voto hemos puesto Ahí, sepa hacer las cosas.

Es bastante indignante.

Es bastante indignante que nos recorten derechos.

Pero antes de seguir, vamos a dejar clara una cosa. Una cosa sobre los derechos.

Cada vez que compramos algo, pagamos impuestos.

Cada vez que llenamos el depóstito, pagamos impuestos. Vaya que sí los pagamos. Y cualquiera que use el coche diariamente para trabajar, lo sabe. Y sabe que paga muchos impuestos.

Cada mes, de la nómina, una cantidad se va en impuestos.

Impuestos que garantizan esos derechos por los que trabajamos todos cada día. Derechos que a todos nos cuestan mucho dinero. Lo que para cualquier mortal es mucho dinero y un serio esfuerzo, para mucha gente es calderilla.

Y eso es muy indignante.

Mucho.

Así que el hecho de que nos recorten derechos que pagamos todos, en educación y en sanidad, y que sin embargo haya dinero público, de todos los que pagamos y trabajamos, para rescatar un banco es bastante doloroso. Y es más doloroso que esto no sea la primera vez que ocurre, que haya ocurrido antes y permanezcamos impasibles. El país lo mantiene el ciudadano de a pie, el que va a trabajar y lucha cada día por mantener sus ilusiones a flote, el que busca cada mes alguna satisfacción en algún capricho estúpido que desestabiliza su presupuesto, pero que a veces actúa como una tabla de salvación. Cada uno sabrá qué es para cada cual un carpricho, pero la verdad es que hablo de poco dinero, y si hay que poner una cifra, la pongo, a pesar de que yo, como siempre digo, sea de letras, 50, 60, 70€... Pero aquí se aplica el suma y sigue. Cada día todo cuesta más, cada día todos ganamos menos. Algunos no ganan nada.

1€ por receta.

Vamos a hablar de recetas.

Yo he conocido a un enfermo crónico que necesita regularmente comprar medicinas, pero que su situación económica no le permitía disponer de efectivo en la mayor parte del mes. Su medicación cuesta apenas 2€, pero si en tu cuenta bancaria no hay dinero hasta el momento en que cobres tu, en muchos casos del mundo real,  exigua nómina, a partir de una fecha no puedes sacar dinero. Nada de dinero.  Pero sí puedes pagar con tarjeta. Es decir, no puedes gastar 2€ en una medicación o comprar una barra de pan, pero te puedes gastar 20€ en el supermercado con tu visa. Bueno, cuando se veía en estas situaciones y necesitaba comprar su medicación, cuando tenía que repostar combustible, en otros tiempos no tan lejanos en que ir a la gasolinera no suponía un atraco a mano armada, intentaba hacerlo antes de entrar en reserva y pedía que le echaran una cantidad que sabía no iba a entrar. Mientras tanto, pagaba con su visa la cantida solicitada. Cantidad que no entraba en el depósito, con lo cual en la gasolinera le devolvían en efectivo los 4€ y pico que no entraban. De esa manera disponía de efectivo (cash, para los no iniciados en las vulgares penurias del mundo real) para comprar su medicación.

Esto es para quien dijo que 1€ por receta es menos de un café por día.

Sin comentarios.

lunes, 13 de febrero de 2012

La Masa Crítica.

Hace unos años escribí un relato titulado La Masa Crítica. Parece ser que en física, cuando un número de partículas, células, componentes de un todo mayor, comienzan a comportarse de una manera, al alcanzar un número suficiente, todas las demás partículas, células o componentes de ese todo cambian también.

Esta ha sido una semana extraña, una de esas semanas en las que las pequeñas y devastadoras injusticias cotidianas de la vida le hacen a una darse de bruces con EL SISTEMA, no contra el Sistema, en minúsculas, si no contra EL SISTEMA en arrolladoras mayúsculas. De todos los sentimientos que generan este tipo de situaciones la impotencia, perdón, LA IMPOTENCIA, es el peor, porque la impotencia siempre viene en arrolladoras mayúsculas, ya que a uno le hacen sentirse completamente minúsculo ante EL SISTEMA, fortaleza inexpugnable.

Vivimos en un mundo terrible, sólo hace falta ver los informativos y comprobarlo. Aún así, estoy convencida en mi pequeñez de que si el mundo, la humanidad, todavía sigue en pie, es porque existe un mayor número de buenas personas, mínúsculas en su esfuerzo cotidiano, que mantienen ese equilibrio. Si no, hace mucho, mucho tiempo que nos habríamos eliminado. Siempre me sorprende cómo la vida se abre paso entre las grietas del asfalto, cómo se apodera de una casa en ruinas, cómo se impone triunfal y lo invade todo.

Mucho se habla del fin del mundo para dentro de nada, algunos hablan de que lo que se va a dar es un cambio de paradigma. Quizás vivamos en una sociedad adormecida, pasiva, que permite y consiente demasiadas cosas, sobre todo siempre y cuando a uno no le afecten, pero se han alzado voces. Quién sabe si es el momento de alcanzar la Masa Crítica y producir un cambio sustacial como sociedad.

Quién sabe.

lunes, 5 de diciembre de 2011


Un día perfecto
o
La magia de las palabras.

Septiembre llegó cargado de promesas, regalos inesperados y expectativas. Como siempre, porque desde siempre, ese es el olor de septiembre para mí. El mes de los nuevos comienzos.Todavía se podía disfrutar de días de sol y luz, así que nos preparamos y nos fuimos a la playa. Las chicas. Me encantaba como ibas de mi mano, con tu mono de playa y tus sandalias de goma,el cubo colgado de tu mano izquierda, la derecha agarrada a la seguridad de tu madre, y caminabas con tus pasitos titubeantes, seria y concentrada. A veces nos deteníamos, te colocabas bien el cubo o lo agarrabas mejor y luego seguíamos.
- ¡Agua!- decías cuando veías el mar desde lo alto de las escaleras al tiempo que lo
señalabas con tu manita.
Y allí te encaminabas decidida y con paso firme de bebé, sin prisa. Bajábamos las
escaleras de una en una y saludabas a la gente que te cruzabas al subir. ¡Hola! Les decías.
Ya te habías aprendido todo el ritual de llegar a la playa, pero apenas yo dejaba la bolsa sobre nuestro pedacito de arena, sacabas de tu cubo tus moldes y tu pala, el rastrillo lo habíamos perdido en la expedición anterior, y entonces yo te decía que había que esperar y empezaba a quitarte la ropa, cambiarte el pañal por uno para el agua, uno que tenía a Coco, tu biquini, el gorro y algo muy importante, la crema protectora antes de que estuvieras llena de arena.
- ¡No, no...!-me decías cuando te la extendía por la cara.
Y yo insistía y te decía que había que darse la crema para que el sol no te hiciera pupa, y aunque no te convencía, de alguna manera conseguía darte la crema.
Y allí mismo te ponías con tu cubo, tus moldes, tu pala y tus manos a jugar, perdida en tu mundo de entretenimiento puro. En dos minutos ya estabas llena de arena. El tiempo que yo tardaba en poner la sombrilla, guardar la ropa y dejarle un mensaje a aita para que supiera que sus chicas estaban en la playa y nos viniera a buscar.
- ¡Ama!,- me decías a veces, y me señalabas un molde para que te hiciera un pastel de
arena que rompías de la misma.
Y así pasábamos el rato, tú entretenida con tu arena y yo mirándote, disfrutando del
momento, bajo la caricia del sol y acompañada por el constante rumor de las olas en la orilla. Y atraída por ese incesante ir y venir decidí atrapar ese instante, guardarlo para siempre. Quería tener un bote de cristal y meternos a las dos en él, sombrilla incluida, con el horizonte y las olas de fondo, ponerle la tapa y mirarlo como quien mira una bola de cristal, de esas que se agitan y cae nieve o purpurina. Desde que habías nacido había vivido muchos momentos así, pero la memoria tiene sus trampas, crees que jamás los olvidarás, pero luego se pierden en el olvido informe, amalgamados entre mil vivencias anodinas y rutinarias. Era una obsesión atrapar los
recuerdos que se mostraban esquivos la mayoría de las veces, así que la única forma de guardar aquel recuerdo era escribirlo, capturarlo del olvido y hacerlo real mil veces cada vez que lo leyera. También quedaría para ti, para que algún día recordaras un día de playa. No hay fotografía que atrape ese instante y si la hay yo no sé tomarla. Esta es la única forma que conozco de atrapar la realidad y conservarla, volver a revivir la sensación de la brisa y su sabor a sal, el sol brillando sobre el mar de septiembre, y tú, tan hacendosa, con tu gorro y tu biquini de flores jugando con la arena.
Luego me dijiste ¡Agua! Y extendiste tu manita llena de arena para que fuéramos a la
orilla, y hacia allí fuimos. No tenías miedo del agua, te encantaban las olas, no te importaba que te arrastraran aferrada a mi mano, pero no te gustaba nada que aprovechara para limpiarte la arena. Cada vez que venía una ola y te hacía saltar por encima de ella chillabas encantada y pataleabas en el aire y tu risa estallaba y se perdía con el ruido del mar. Y así podíamos estar un buen rato.
- ¿Volvemos a la arena? ¿Volvemos a la toalla?- te preguntaba cuando pensaba que podías tener frío.
- No, - me contestabas,- ¡Agua!
Y pateabas el suelo para que te volviera a hacer saltar por encima de las olas. Tu risa se metía en mi piel y me esponjaba de gozo. Y volvía a ser una niña, disfrutando de las cosas sin más, haciendo de algo tan sencillo como saltar las olas, lo más divertido del mundo. Y yo aprendía, aprendía a centrarme, a estar en el aquí y el ahora, sin más, a ser feliz con muy poco. O con tanto.
Cuando tuviste suficiente, te giraste y regresamos a la arena. Te arropé con una toalla contra mí para que no te quedaras fría y te dormiste en la teta.
Mientras dormías pude hacer una de las cosas que más me gusta hacer en la playa bajo
una sombrilla, que es leer. Terminé una novela con la que estaba disfrutando mucho, una historia de esas que da pena terminar y cuando lo haces vuelves la página esperanzada para ver si hay algo más, una última perla, algo, que te hayas dejado. Luego, todavía empapada de la historia que acababa de terminar y mientras esperábamos a tu padre, me dediqué a dejarme acunar por el rumor de las olas y contemplar la playa bajo la luz tamizada del atardecer de septiembre. Sin más.
Fue un día perfecto que atrapo para ti y para mí en un pedazo de papel, para que vuelva a ser real y vuelvas a vivirlo cada vez que lo leas.
Esa es la magia de las palabras.

lunes, 20 de junio de 2011

Mi palabra favorita del español.

Querétaro. Esa ha sido la palabra del español favorita más votada.

Pues para mí, ahora es "hija". La palabra imposible de pronunciar durante años, la improbabilidad que luchó contra natura, la superviviente que venció mil obstáculos, llena mi boca cada día y cada día la pronuncio cientos de veces, y cada una de esas veces mi ser se ilumnina con sus sonrisas y carcajadas.

Cuando llego a casa cada noche y dejo fuera todo lo demás, es ella la que me espera con los brazos abiertos y sus palabrejas apenas esbozadas. Maravilloso que alguien se haga entender con tanta claridad y con tan poco. Me devuelve a la realidad y a todo lo que importa.

Gracias por todo lo que me das sin saberlo.

Te quiero, hija.