lunes, 13 de agosto de 2012

¿Bendito Guasap?

Hoy en día muchos disfrutamos de una herramienta estupenda en nuestros teléfonos móviles (quién los ha visto y quién los ve). Lo mismo sirve para enviar a tu marido la lista de la compra que para recordarle a una amiga que la tienes presente. Las posibilidades son ilimitadas. Vamos a dejar el mundo adolescente de lado, porque estoy segura que ellos, nuestros adolescente, le dan un uso incendiario.

El Guasap (What´s App) nos mantiene conectados. Pero, ¿hasta qué punto?

Es terriblemente útil para banalidades, e incluso para conversaciones un poco más profundas. Yo las he mantenido con alguna amiga a altas horas de la noche, incluyendo alguna que otra confidencia que queda descafeinada por la limitación del medio.

Es curioso que, a veces, escondidos tras un teclado, sea más fácil compartir ciertas cosas. Cómo añoro los tiempos de los intercabios epistolares, llenos de confidencias en la falsa privacidad que concede la distancia y la hoja de papel en blanco. Ya no existe. Apenas unos pocos nostálgicos (me incluyo entre ellos) siguen recurriendo al papel en blanco para comunicarse, sin ambages, con seres queridos. Cómo echo de menos encontrar en España papelerías con hermosos papeles de futuras misivas llenas del sentimiento que concede la soledad de sentarse a escribir una carta.

Me confieso una devota (y modesta) coleccionista de plumas, y cada vez recurro más al papel o al cuaderno para escribir, aunque luego todo termine en el ordenador (o casi todo). A veces me pregunto qué rastro vamos a dejar a las generaciones futuras, qué va a ser de quellos álbumes y cajas llenos de amarillentas fotos, de aquellas cartas en papel casi transparente de los novios en la mili a las novias. Aquellos retratos dedicados con amor. ¿Qué encontrarán las generaciones futuras? ¿Alguien descubrirá una caja llena de cartas de unos padres recién enamorados? ¿Alguien descubrirá los sentimientos y las confesiones que sólo se vuelcan sobre un papel en blanco?

Tengo algún libro de cartas. Los adoro. Pero no son éstos tiempos para las confesiones epistolares. Yo también tiro de ordenador y guasap. El mail me mantiene en contacto con algún que otro amigo querido, y el guasap con los que más trato. Conversaciones que no dejan huella. Soy partidaria de no poner por escrito nada que uno no sea capaz de decir cara a cara. Para las cosas importante no hay nada como una buena conversación frente a un café o una copa de vino, o un buen paseo. De tú a tú.

Y si no, una hermosa carta, escrita a pluma en un precioso papel, para conservar junto al corazón o para que languidezca, nunca olvidada, en una caja para que las generaciones futuras conozcan un poco mejor el alma de los que les precedieron.