Hace unos años escribí un relato titulado La Masa Crítica. Parece ser que en física, cuando un número de partículas, células, componentes de un todo mayor, comienzan a comportarse de una manera, al alcanzar un número suficiente, todas las demás partículas, células o componentes de ese todo cambian también.
Esta ha sido una semana extraña, una de esas semanas en las que las pequeñas y devastadoras injusticias cotidianas de la vida le hacen a una darse de bruces con EL SISTEMA, no contra el Sistema, en minúsculas, si no contra EL SISTEMA en arrolladoras mayúsculas. De todos los sentimientos que generan este tipo de situaciones la impotencia, perdón, LA IMPOTENCIA, es el peor, porque la impotencia siempre viene en arrolladoras mayúsculas, ya que a uno le hacen sentirse completamente minúsculo ante EL SISTEMA, fortaleza inexpugnable.
Vivimos en un mundo terrible, sólo hace falta ver los informativos y comprobarlo. Aún así, estoy convencida en mi pequeñez de que si el mundo, la humanidad, todavía sigue en pie, es porque existe un mayor número de buenas personas, mínúsculas en su esfuerzo cotidiano, que mantienen ese equilibrio. Si no, hace mucho, mucho tiempo que nos habríamos eliminado. Siempre me sorprende cómo la vida se abre paso entre las grietas del asfalto, cómo se apodera de una casa en ruinas, cómo se impone triunfal y lo invade todo.
Mucho se habla del fin del mundo para dentro de nada, algunos hablan de que lo que se va a dar es un cambio de paradigma. Quizás vivamos en una sociedad adormecida, pasiva, que permite y consiente demasiadas cosas, sobre todo siempre y cuando a uno no le afecten, pero se han alzado voces. Quién sabe si es el momento de alcanzar la Masa Crítica y producir un cambio sustacial como sociedad.
Quién sabe.
lunes, 13 de febrero de 2012
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